El amor femenino, ese que
algunas veces, puede llegar un poco demasiado lejos en las concesiones que está
dispuesto hacer, ese al que más de una vez se tilda de “loco”, puede ser, sin
embargo, el que mejor puede enseñarnos acerca del amor. Si el amor, tal como lo
propone Miller, “es reconocer su falta y darla al Otro”[1],
tenemos que reconocer que esto se juega más específicamente de lado de lo
femenino. El hecho de que La mujer no existe deja librada, a cada una, a la
búsqueda de ser una. Y es, por lo general, en el terreno del amor donde ellas llevan
adelante esta búsqueda a partir de reconocerse, una por una, en eso que son
para él, disponiéndose, algunas veces a cualquier precio, a que el fantasma de
ellos encuentre en ellas su hora de verdad.
Se comprende entonces
porque las enamoradas han sido a lo largo de la historia y siguen siendo hoy en
día grandes defensoras del amor frente a los distintos discursos que han
intentado dominarlo, reducirlo o manipularlo. Podríamos dar muchos ejemplos. Se
me ocurre uno, el de Ida Dalser y Benito Mussolini. Cito, en este punto, lo que
relata Marco Bellocchio, el director Italiano que lleva esta historia de amor a
la pantalla grande: “Me afectó enormemente esta mujer y
su absoluta negativa a aceptar cualquier tipo de acuerdo. Después de todo,
podría haber aceptado volver a las sombras y quizá, haber sido generosamente
recompensada, lo que ocurrió con muchas de las otras amantes de Mussolini. Pero
no lo hubiera aceptado. Quiso reclamar su propia identidad. No podía aceptar la
traición de este hombre, al que como le decía en sus cartas, había amado
profundamente dándole todo lo que tenía… No fue una persona que tomara
decisiones en base a la mediocridad: de corazón, compartía los ideales del
joven Mussolini, una cierta clase de posición heroica, intervencionista,
antisindicalista, individualista y pensando en el futuro. Se enamoró
completamente de un joven cuando aún no era nadie. Le defendió cuando estaba
arruinado, atacado e insultado. Más tarde, la relación dio la vuelta y cuando
todo el mundo amaba al Duce, a ella se la dejó fuera y todo el mundo se le
volvió en contra. Motivada por su amor salvaje, incapaz de darse cuenta de
quién tenía las de ganar, fue contra toda Italia, que entonces empezaba a
abrazar el fascismo y a alinearse con Mussolini. El comportamiento de Ida
Dalser, con su valor al enfrentarse al Duce y su negativa a rendirse, rebelde
hasta el final, me recuerda a ciertas heroínas trágicas. Antígona me viene a la
mente, pero también otras como Aída, por ejemplo. Y en este sentido, la
película es también un melodrama sobre la invencibilidad de una pequeña mujer
italiana que no podía ser reducida por ningún poder, y de alguna forma, es ella
la que gana”[2].
Aunque los tiempos han cambiado mucho desde
entonces, esta función del amor femenino se mantiene. Justamente, es lo que Eric Laurent nos propone cuando reconoce
ese estilo erotómano, propio del amor femenino, como aquello que hace obstáculo
al individualismo de masa[3]. El
amor en el siglo XXI pareciera estar enmarcado entre dos tipos de discursos:
por un lado, el individualismo que
propone sobre la base de un hedonismo moderno hacer del amor un contrato
igualitario en donde cada una de las partes, ateniéndose a las mismas
cláusulas, podría saber de antemano lo que puede llegar a pasarle, lo que puede
esperar del otro. Pretendiendo evitar lo inevitable, el malentendido, el
imprevisto, el riesgo, este amor post-moderno se propone como una solución
calculada que estaría en condiciones de asegurar el bienestar. Por otro lado,
tenemos las neurociencias que en conjunto con el cognitivismo nos proponen el
santo remedio. El enigma de la femineidad podrá ser develado y los impasses del
amor superados a partir del estudio y de la manipulación de los cerebros
humanos.
Las enamoradas vienen en
este punto a romper estos esquemas haciendo valer esa dimensión enigmática,
inapresable, indomeñable del amor que entiendo que tiene que ver con eso que
hace a lo particular del estilo erotómano de sus amores: apuntar a lo más
singular del Otro para volverse su síntoma.
Liliana Aguilar
[1]Miller, J-A., “Amamos a aquel que responde nuestra pregunta: ¿Quién
soy yo?”, Entrevista llevada a cabo
por Hanna Waar para la
Psychologies Magazine , octubre 2008, n° 278.
[2] Entrevista a Marco Bellocchio por Escribiendocine-Noticine. www.rockdelux.com/radar/p/marco-bellocchio-vincere.html
- España.
[3] Laurent, Eric. “El sujeto de la ciencia y la distinción femenina”,
Conferencia dictada en las XXI Jornadas
Anuales de la EOL : La clínica de lo singular frente a la
epidemia de las clasificaciones, Buenos Aires, Diciembre 2012.