12 de abril de 2013

Hacia el seminario Internacional del CIEC

Las enamoradas en la era de la feminización


El amor femenino, ese que algunas veces, puede llegar un poco demasiado lejos en las concesiones que está dispuesto hacer, ese al que más de una vez se tilda de “loco”, puede ser, sin embargo, el que mejor puede enseñarnos acerca del amor. Si el amor, tal como lo propone Miller, “es reconocer su falta y darla al Otro”[1], tenemos que reconocer que esto se juega más específicamente de lado de lo femenino. El hecho de que La mujer no existe deja librada, a cada una, a la búsqueda de ser una. Y es, por lo general, en el terreno del amor donde ellas llevan adelante esta búsqueda a partir de reconocerse, una por una, en eso que son para él, disponiéndose, algunas veces a cualquier precio, a que el fantasma de ellos encuentre en ellas su hora de verdad.
Se comprende entonces porque las enamoradas han sido a lo largo de la historia y siguen siendo hoy en día grandes defensoras del amor frente a los distintos discursos que han intentado dominarlo, reducirlo o manipularlo. Podríamos dar muchos ejemplos. Se me ocurre uno, el de Ida Dalser y Benito Mussolini. Cito, en este punto, lo que relata Marco Bellocchio, el director Italiano que lleva esta historia de amor a la pantalla grande: “Me afectó enormemente esta mujer y su absoluta negativa a aceptar cualquier tipo de acuerdo. Después de todo, podría haber aceptado volver a las sombras y quizá, haber sido generosamente recompensada, lo que ocurrió con muchas de las otras amantes de Mussolini. Pero no lo hubiera aceptado. Quiso reclamar su propia identidad. No podía aceptar la traición de este hombre, al que como le decía en sus cartas, había amado profundamente dándole todo lo que tenía… No fue una persona que tomara decisiones en base a la mediocridad: de corazón, compartía los ideales del joven Mussolini, una cierta clase de posición heroica, intervencionista, antisindicalista, individualista y pensando en el futuro. Se enamoró completamente de un joven cuando aún no era nadie. Le defendió cuando estaba arruinado, atacado e insultado. Más tarde, la relación dio la vuelta y cuando todo el mundo amaba al Duce, a ella se la dejó fuera y todo el mundo se le volvió en contra. Motivada por su amor salvaje, incapaz de darse cuenta de quién tenía las de ganar, fue contra toda Italia, que entonces empezaba a abrazar el fascismo y a alinearse con Mussolini. El comportamiento de Ida Dalser, con su valor al enfrentarse al Duce y su negativa a rendirse, rebelde hasta el final, me recuerda a ciertas heroínas trágicas. Antígona me viene a la mente, pero también otras como Aída, por ejemplo. Y en este sentido, la película es también un melodrama sobre la invencibilidad de una pequeña mujer italiana que no podía ser reducida por ningún poder, y de alguna forma, es ella la que gana”[2].
Aunque los tiempos han cambiado mucho desde entonces, esta función del amor femenino se mantiene. Justamente, es lo que Eric Laurent nos propone cuando reconoce ese estilo erotómano, propio del amor femenino, como aquello que hace obstáculo al individualismo de masa[3]. El amor en el siglo XXI pareciera estar enmarcado entre dos tipos de discursos: por un lado, el individualismo  que propone sobre la base de un hedonismo moderno hacer del amor un contrato igualitario en donde cada una de las partes, ateniéndose a las mismas cláusulas, podría saber de antemano lo que puede llegar a pasarle, lo que puede esperar del otro. Pretendiendo evitar lo inevitable, el malentendido, el imprevisto, el riesgo, este amor post-moderno se propone como una solución calculada que estaría en condiciones de asegurar el bienestar. Por otro lado, tenemos las neurociencias que en conjunto con el cognitivismo nos proponen el santo remedio. El enigma de la femineidad podrá ser develado y los impasses del amor superados a partir del estudio y de la manipulación de los cerebros humanos.
Las enamoradas vienen en este punto a romper estos esquemas haciendo valer esa dimensión enigmática, inapresable, indomeñable del amor que entiendo que tiene que ver con eso que hace a lo particular del estilo erotómano de sus amores: apuntar a lo más singular del Otro para volverse su síntoma.

Liliana Aguilar
 


[1]Miller, J-A., “Amamos a aquel que responde nuestra pregunta: ¿Quién soy yo?”, Entrevista llevada a cabo por Hanna Waar para la Psychologies Magazine, octubre 2008, n° 278.

[2] Entrevista a Marco Bellocchio por Escribiendocine-Noticine. www.rockdelux.com/radar/p/marco-bellocchio-vincere.html - España.
[3] Laurent, Eric. “El sujeto de la ciencia y la distinción femenina”, Conferencia dictada en las  XXI Jornadas Anuales de la EOL: La clínica de lo singular frente a la epidemia de las clasificaciones, Buenos Aires, Diciembre 2012.

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